Despertaba a la salida del sol, el príncipe Fausto. Con un solo pensamiento en la cabeza, como el de todas las mañanas, debía casarse pronto. Y con una dama digna. Ya que si no lo hacía, sus hijos no podrían heredar el trono y el llegar a ser rey o reina. Porque en Wininnton, la ciudad en la cual él vivía, para ser príncipe debían tener una madre reina y un padre rey. Si la muchacha no era digna, este no podría asumir el cargo. El problema que lo acongojaba era que no podía encontrar una bella dama con la cual casarse.
Los días pasaban y Fausto seguía en busca de una selecta doncella. Al llegar su madre, Justina, lo llamó para almorzar. Después de una breve sobremesa su padre, El Rey Tomasino II, le informó sobre una posible cena con la familia Holstein, los reyes de España. No era cualquier tipo de cena, era una muy requerida por todos los superiores. Entonces, debían aprovecharla y no echarla a perder. Fausto salió apresuradamente a ver que vestimenta podía usar. Su madre le había dicho que debía estar apuesto porque los reyes tenían 2 hijas: Sabrina y Amanda Holstein, unas hermanas muy bonitas y codiciadas. Debía ser gentil y educado con ellas, porque tal vez, podría casarse con una.
El día había llegado, estaban todos listos y muy bien producidos para cenar con la familia Holstein. En cuanto llegaron, se saludaron.
- Es realmente un gusto tener en mi hogar a una familia tan fina como la de ustedes - Dijo la reina Regina reverenciándose ante estos.
* Oh, ahí bajan mis hermosas hijas… ¡Chicas, vengan a saludar a la familia Trenneur! – Exclamó el rey Arturo Holstein.
Las hermanas miraron intensamente a Fausto. Luego, este se arrodilló y dijo:
* Me inclino ante 2 bellas damas, me presento, soy Fausto Trenneur, encantado de conocerlas.
Estas se presentaron también y mostraron comodidad ante el príncipe. Ellas eran unas chicas muy interesadas y sabían que los Trenneur eran dueños de fortunas.
* Mi madre me ha hablado muy bien de ustedes – dijo el príncipe.
Al terminar esas palabras, se oyó la voz de Regina interrumpiendo a Fausto: “¡Ya está lista la cena!”.
Prontamente fueron a sentarse a la mesa y disfrutaron de una rica Paella. Entre charlas y risas, Justina, casi sin querer decirlo insinuó que su hijo estaba soltero y en busca de una delicada doncella con la cual casarse. Ella solo quería que su hijo y su nieto pudieran ascender al trono.
* Yo sólo me casaré con la más bella y la que muestre más interés hacia mí- Agregó Fausto.
Enseguida cambiaron de tema y después de tomar un té regresaron a casa.
Sabrina y Amanda habían quedado encantadas con este muchacho. El inconveniente era que sólo tenía que elegir a una. Para él la más bonita era Amanda, pero no sabía si ella estaba interesada en él. Hasta que una semana después de la cena, llegó una carta que decía:
Querido Fausto: He quedado totalmente impactada con tu bondad y belleza de la semana pasada. Te comportaste realmente como un caballero. Y eso es exactamente lo que yo busco en un hombre. Como me enteré que estás buscando una doncella para poder casarte y yo soy una muchacha digna, quería proponerte un encuentro (si tu estas de acuerdo, claro) el día lunes. Espero tu respuesta. Un saludo cordial.
Amanda Holstein
Al día siguiente llegó otra que decía:
Príncipe Fausto: Por lo poco que te vi y pude conversar la semana anterior, logré darme cuenta que eres una persona muy inteligente y por supuesto, muy bella por fuera. Espero ser la única doncella que te desee como esposo. No puedo esperar para saber tu respuesta, envíamela lo antes posible.
Sabrina Holstein
Sin duda, las dos hermanas habían quedado completamente enamoradas de él, y las dos lo aclamaban. ¿A quién debía elegir Fausto? ¿A la más bella o a la más interesada? Ninguna sabía que la otra había mandado una carta al príncipe, por lo tanto no sabían que estaban peleando por un mismo hombre. En realidad, peleando no, ya que el era el que elegía esta vez.
En vez de contestarles, decidió ir a la casa y hablar frente a ellas. Fue valiente y les mostró las dos cartas. Ellas quedaron anonadadas y desilusionadas ya que creían que las dos eran bonitas, solo importaba ahora, mostrar el mayor interés.
* Yo te daré el palacio más grande - Dijo Amanda.
* Y yo las carrozas más ostentosas - Dijo Sabrina.
Pero Fausto no precisaba lujos, ya tenía demasiados. Después de esto, siguieron así las hermanas, tratando de superarse una a la otra, cada vez más. Esta situación superó a Fausto y se marchó.
Unos días después llegaban cartas de las hermanas Holstein ofreciéndole infinidades de cosas. Así paso un mes, todos lo días, una carta nueva. Ya era una rutina. Pero el príncipe se molestó y tomó la decisión de no tomar por esposa a ninguna de las dos. Siendo esta, una mala medida ya que no iba a poder ser rey. Su padre Tomasino, muy enfadado y desilusionado lo mandó a matar. Este era un hombre al cual le importaba mucho lo que piensen los demás, por lo tanto, no quería tener un hijo que no pudiera ascender al trono. La reputación de su apellido iba a caer cuesta abajo. Además, si el no ascendía, se cortaría la herencia de la familia.
Cuando la madre se enteró que su hijo estaba muerto, se angustió mucho, y quiso salir a matar al que había ocasionado semejante asesinato. Pero el padre, había pagado para que le digan que había muerto en una lucha. Ella nunca se enteró de la verdad. Las hermanas Holstein fueron enteradas una semana después de su muerte. 7 años después, Sabrina murió afectada por una enfermedad que aún se desconoce y su hermana se casó con el príncipe de Inglaterra. Tomasino y Justina tuvieron una hija, la cual se casó con el príncipe de Francia. Aunque el apellido de la familia Trenneur, ahora triunfaba, Tomasino tuvo que vivir con el peso y la culpa de la muerte de su hijo, Fausto.
Lucila Vicente